6 de enero de 2010

TORMENTA

La noche estaba fría, el viento soplaba fuerte metiéndose entre sus cabellos, desordenándolos. Las olas golpeaban las rocas sobre las que ella estaba sentada, el cigarrillo en su mano se consumía solo. Miraba el cielo, como esperando algo. La luna se asomaba tímida entre las grises nubes. El silencio sólo era opacado por el sonido del tempestuoso mar. Todo anunciaba la tormenta, pero ella estaba sentada, inmóvil, como esperando algo.
La lluvia comenzó a caer, las olas mojaban sus pies, pero ella no sé movió. Continuaba ahí, inmóvil sobre las rocas, con la mirada perdida en el horizonte. Un tímida lágrima se asomó en su mejilla. Basta!, exclamó, secó sus lágrimas y caminó en dirección a la cabaña que se asomaba en la cima de la colina. La lluvia comenzó a incrementar su intensidad, ella apuró el paso, estaba decidida.
Se detuvo frente a la puerta de la cabaña, respiró y pensó: no puedo ocultarlo más. Abrió la puerta, una tibia brisa la golpeó al entrar, y él ahí sentado frente a la chimenea.
Ella pensó: este es el momento, debo hablar, no puedo ocultarlo más.
Trató pero las palabras no salieron de su boca. Él le sonrió, le tendió la mano y ella sólo pudo sonreír.
Seguiría callando, al menos un día más.

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